Soy originaria de París y vivo en Barcelona desde hace 20 años.

Hace poco dejé la ciudad para abrazar una vida más conectada con la naturaleza, en medio del bosque, cerca del pequeño pueblo de Sant Pere de Ribes. Este lugar se ha convertido en mi propio jardín del Edén, mi refugio y fuente de inspiración. Me dejo impregnar por su entorno, tratando de capturar su esencia en cada trazo.

En mi trabajo, todo comienza con el dibujo.

Cada obra —ya sea grabada, esculpida o narrada en un pequeño libro acordeón— nace de una sensación, un sentimiento, la necesidad de dar forma a una emoción.

Desde hace seis años, el grabado ocupa un lugar esencial en mi vida.

Me fascina cada paso del proceso, cada gesto, y con cada primera impresión de una matriz revivo la asombrosa emoción de la infancia, cuando la imagen emerge como por arte de magia. Siempre me ha atraído el mundo de la impresión: el olor de la tinta, la textura del papel, el contacto con la materia.

Para mí, crear es un acto físico y tangible; mis manos son el centro de todo mi trabajo.

Amo la gestualidad del grabado, esa danza en la que el cuerpo entero participa.

En un mundo donde todo tiende a digitalizarse y a la reproducción en serie, yo me siento más cercana a una producción artesanal, hecha a mano, a escala humana, con tiempo, dedicación y amor.